martes, 27 de septiembre de 2011

Azul

Se desnudó, y doblando muy despacio y con detalle su ropa, se aproximó a un árbol para dejarla escondida. Le gustaba nadar. Era prácticamente como volar, pero, a su parecer, con más colores.

Mientras andaba hacia la orilla, la idea de probar a tirarse desde el muelle y meterse de cabeza en ese agua prácticamente cristalina, le asaltó la mente. El deseo de lanzarse se apoderó de ella y se dirigió directamente hacia allá. Cuando llegó se acercó con lentitud hacia el borde del muelle, saboreando cada instante previo a sentir el agua. Observó, respiró y saltó. Sus manos entraron primero y su cuerpo se estremeció, pero la calma y la tranquilidad de la inmersión lo relajó rápida e involuntariamente.
Comenzó a nadar, dirigiéndose hacia el centro del lago, y al llegar se sumergió profundamente en su interior y dejó que las fuerzas la elevaran suavemente hacia la superficie. Y así se quedó, estirada y respirando suavemente al compás de su corazón.

De repente, una idea o, quizá, un recuerdo, vino desde algún lugar de su mente.

Se había olvidado la ropa.